domingo, 21 de noviembre de 2010

La Polaka: LOS HUÉRFANOS DE CIUDAD JUÁREZ **A. Glez. Diaz

La Polaka
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LOS HUÉRFANOS DE CIUDAD JUÁREZ **A. Glez. Diaz
22 Nov 2010, 2:45 am


Hace más de una década pisé por primera vez Ciudad Juárez, Chihuahua. Llegué con una mochila llena de prejuicios e ideas al aire sobre los homicidios de mujeres en aquella fronteriza ciudad.  Esperaba encontrarme de un momento a otro, de frente, con la vorágine de un homicida que desaparecía, golpeaba, humillaba y mataba a las mujeres… pero no fue así.

Allá, en Ciudad Juárez, no me encontré con una sola pista de un asesino en serie…

En cambio, al comenzar a entrevistar a las madres de las mujeres asesinadas pude constatar que muchas de ellas podían ubicar al homicida de sus hijas. Eran sus propios esposos, hermanos, hijos, cuñados, primos, yernos, novios, amantes. El asesino no rondaba afuera de las casas, estaba dentro de la gran mayoría de ellas.

Mi respuesta lógica ante el testimonio de muchas de esas madres inconsolables fue preguntarles por qué no denunciaban a los que suponían los asesinos de sus familiares. Y la respuesta fue total, contundente: ya lo hice y las autoridades no hicieron nada.

Mientras tanto, las madres de esas víctimas fueron perdiendo la esperanza y los nietos, huérfanos de Ciudad Juárez, crecieron y malogradamente entendieron, o interpretaron, lo que había pasado con sus madres.

Así, la ciudad se fue llenando de cientos de hijos huérfanos, con una insaciable sed de justicia, sin valores, sin arraigo, sin estudios, sin educación, sin dinero, sin respeto por una sociedad que no pudo, o no quiso, hacer nada por sus madres.

Y esos jóvenes son ahora los que rondan por las calles; las mismas que los convirtieron en huérfanos, ahora los convierten en un montón de gente que no tiene principios y sí una gran necesidad.

Son ellos los que se desarrollaron entre una cultura de la impunidad que no les quiso apoyar con dinero, programas sociales, deportivos, culturales, ni de esparcimiento.

Esos mismos huérfanos, hijos de las asesinadas, fueron contaminando el ya podrido tejido social. Ellos fueron los que en buena parte, aunado con la corrupción, el narcotráfico y la subcultura de la tranza, armaron lo que ahora nadie, a golpe de estudios e investigaciones de escritorio, ha podido detener.

Yo mismo escuché cómo uno de los jefes policiacos dijo ante el repunte de la violencia en Ciudad Juárez: "déjalos que se maten entre ellos, cuando acaben nada más quedaremos los buenos". Mientras, las balas de esta lucha intestina entre los grupos criminales, las autoridades que sólo los intentan contener y las otras que buscan pactar con ellos los negocios ilícitos, siguen matando a inocentes.

Pero tal parece que la muerte en esta ciudad y ya en todo el estado no le impresiona a nadie. La muerte no trasciende más allá de cifras y modos.  "¿Cuántos fueron, qué edades tenían, dónde los mataron?… se deja escuchar en las redacciones de los diarios nacionales. "No, mira, la de los fusilados en el kínder ya no jala, mejor búscame foto de los últimos, los que venían con el niño, sí, chance y se vaya a primera."

Así, la danza de las cifras y de la sangre nos insensibiliza, sin darnos cuenta que los que están siendo asesinados no son perros, sino humanos, y que detrás de esas muertes hay historias rotas y anhelos arrancados de tajo del alma de sus parientes.

Ciudad Juárez está gestando ya otros huérfanos, los de la "Guerra contra el Narco", más cruenta, más despiadada y menos inteligible. Ahora bien, esperemos a ver lo que son capaces de hacer.

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